Si bien es real el dato de que el mundo avanzó significativamente con el auge de las nuevas tecnologías y que con ellas se abrieron nuevas oportunidades, a partir de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual se convocó la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, denominada Bretton Woods por haberse desarrollado en el complejo hotelero del mismo nombre en New Hampshire, Estados Unidos, lo cierto es que la nueva situación global exige cambios en la manera de ordenar y gestionar la economía a escala planetaria, que sea más incluyente.
Las sociedades no pueden seguir conformándose con resultados pírricos de crecimiento como sucede desde la explosión de la crisis económica y financiera mundial de 2008, la cual, para algunos especialistas, no es más que un reflejo del agotamiento de las políticas de aquel marco multilateral post guerra mundial.
Hay que tomar en cuenta que desde Bretton Woods hasta la fecha sucumbieron el bloque socialista y la Guerra Fría, se produjo un estrechamiento de las fronteras entre las naciones como consecuencia del auge de las nuevas tecnologías, al tiempo que la ausencia del tema ideológico trajo como resultado una situación política menos polarizada. Sin dejar de notar que la humanidad enfrenta en estos tiempos otros tipos de desafíos.
Esos retos inesperados, incluyen la adopción de mecanismos que coadyuven a un desarrollo económico sostenible, al progreso social, a unas relaciones internacionales pacíficas de cooperación e interdependencia, pero al propio tiempo de respeto a la soberanía de los pueblos.
Uno de esos grandes desafíos para los líderes mundiales tiene que ver con la creciente población bajo la línea de pobreza extrema y en marginalidad, la falta de empleos productivos, los bajos niveles de educación en que viven millones de seres humanos en el planeta y las amenazas que constituyen los problemas medioambientales y de seguridad pública.
Un nuevo orden económico mundial que reconozca los avances obtenidos a partir de Bretton Woods y encare las amenazas del presente, no se puede obviar. En esa perspectiva se enmarcan los reportes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), que esta entidad presenta anualmente, especialmente el de Comercio y Desarrollo de este año.
En el análisis acerca de las políticas del pasado, sobre los resultados y retos del presente y futuro, la UNCTAD plantea de entrada que debe romperse con los esquemas anteriores. Su secretario general, doctor Mukhisa Kituyi, viajó a República Dominicana para presentar los reportes en el marco de un acto en la Fundación Global Democracia y Desarrollo, la pasada semana.
De acuerdo con el reporte, son tres los desafíos a enfrentar, partiendo “de un enfoque más universal, transformador y sostenible del desarrollo para trazar nuevos objetivos y metas por parte de los responsables políticos”. Dice el informe de la UNCTAD que estas apuestas futuras son: “ajustar las nuevas metas y objetivos a un paradigma normativo que contribuya a elevar la productividad y la renta per cápita por todas partes, generar un volumen de empleos dignos suficiente para absorber una fuerza de trabajo mundial que aumenta y se urbaniza a gran velocidad, establecer un sistema financiero internacional estable que fomente la inversión productiva y prestar servicios públicos fiables que no excluyan a nadie, sobre todo en las poblaciones más vulnerables. El paradigma económico dominante del liberalismo de mercado ha resultado decepcionante en la mayoría de estos aspectos. En este contexto, como ha dicho hace poco el Papa Francisco, ya no podemos seguir confiando simplemente en “el funcionamiento sacralizado del sistema imperante. Se necesitan sin duda ideas innovadoras”.
El segundo reto que debemos afrontar al formular una nueva agenda para el desarrollo es el enorme aumento de la desigualdad que ha acompañado la difusión del liberalismo de mercado. Para la entidad, el incremento de la desigualdad, además de las implicaciones morales, menoscaba el bienestar social, pone en peligro la estabilidad, el progreso económico y la cohesión política.
“La mayor movilidad del capital -agrega el reporte- no solo ha reducido el poder negociador de los trabajadores, amplificando aún más los efectos distributivos negativos de las actividades financieras no reguladas, sino que también ha hecho más difícil gravar directamente con impuestos algunos ingresos, obligando así a los Estados a recurrir a impuestos más regresivos y a los mercados de bonos. Esto tiene a su vez un efecto muy corrosivo para la legitimidad y eficacia del proceso político”.
“El tercer reto consiste en que los países dispongan de instrumentos políticos eficaces que les permitan alcanzar los objetivos acordados y seguir avanzando en la agenda para el desarrollo. Si se quiere restablecer un modelo de desarrollo que favorezca la economía real por encima de los intereses financieros, anteponga la sostenibilidad a los beneficios a corto plazo y aspire realmente a la prosperidad para todos, será casi con toda seguridad necesario añadir nuevos instrumentos de acción a los actualmente previstos por la ortodoxia económica”, afirma el reporte.
Los cambios institucionales en las economías en desarrollo son fundamentales para lograr estas metas previamente analizadas por la UNCTAD. La ampliación e intensificación de las estrategias nacionales de desarrollo son vitales para promover esos cambios. Otro de los aspectos de las conclusiones a que arriba el reporte tiene que ver con el multilateralismo.
Plantea, pues, la UNCTAD en ese orden que “la necesidad de conciliar los requisitos de la soberanía política nacional con los imperativos de una economía mundial interdependiente puede parecer hoy en día un fenómeno relativamente nuevo”.
Entre las medidas planteadas en el reporte como necesarias, está el tema de la transparencia, que no solo debe centrarse en los gobiernos, sino en las empresas.
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