Por caminos diferentes
Públicamente se le reconoce como una virtud, pero no siempre los gobiernos crean condiciones propicias para que florezca. El ahorro y las medidas de política económica van a veces por caminos distintos.
En países pobres como el nuestro, ahorrar requiere de mucho esfuerzo. Hay tantas necesidades insatisfechas, que es demasiado tentador gastar todo lo que uno recibe como ingreso, o más todavía recurriendo a las tarjetas o a los prestamistas. Pero para poder ahorrar tiene que haber formas convenientes de hacerlo.
Siempre es posible comprar un inmueble o algún objeto para venderlo o alquilarlo, pero no todas las personas pueden o desean hacerlo.
También es posible guardar dinero en un armario, un colchón o una caja fuerte, pero el sistema financiero debe suplir otros mecanismos más seguros y rentables. No siempre lo hace, sin embargo.
Casos dramáticos en que el sistema incumple esa misión son los episodios de inflación acelerada en que desaparece el poder adquisitivo de los ahorros bancarios.
En nuestro país, donde los gobiernos indexan impuestos, pero no el valor de los depósitos, tragedias de ese tipo han ocurrido varias veces. Es parte de la función de las autoridades monetarias evitar que esos episodios ocurran, aplicando políticas guiadas por metas de inflación públicamente conocidas.
Tampoco favorece al ahorro el cobro del 10% de impuesto sobre los intereses bancarios, justificable en otras economías con más alternativas de ahorro disponibles. Es una contradicción que ya ha pasado a ser aceptada aquí como normal.
El sistema financiero, por su parte, debe diversificar sus ofertas de instrumentos, para que los ahorristas puedan escoger entre un amplio abanico de certificados, bonos, acciones, opciones y otros tipos de contratos. Pero a veces los gobiernos prefieren tener sistemas simples, poco diversificados, en la creencia de que son más fáciles de controlar y manejar.
gvolmar@diariolibre.com
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