20AGO/140
Viva el flúor
Los alarmistas parecen dedicar su tiempo a descubrir –o inventar– cada vez más propiedades insospechadas en los productos que usamos frecuentemente, como si quisieran añadirle algo de peligro a sus presumiblemente cómodas existencias. La lista es larga, y va desde la sal de mesa y el shampoo, hasta el bicarbonato y el vinagre. Desde hace mucho tiempo, hay que añadir el flúor a sus nuevas alertas, ya sea en su variante implicada en la fluoración del agua, o en los dentífricos.
El flúor hace furor
Desde hace más de setenta años se conoce la relación entre el consumo de flúor en forma de fluoruro y la prevención de las caries. Debido a este conocimiento, en los años 1940 en EE.UU. se comenzaron a implementar programas de fluoración del agua potable. Esto significa mantener el agua con una concentración de flúor de entre 0,5 y 1,0 mg/L (lo que implica tanto agregar como quitar flúor) para reducir los problemas de caries en la población afectada.
La caries dental es un serio problema para la salud mundial. Además de los problemas físicos, la desfiguración producida por la pérdida de piezas dentales puede afectar al individuo también en su vida social. El flúor, ya sea añadido a la sal, la leche, el agua o las pastas dentales, es seguro y eficaz en la prevención de caries. Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades:
Usado apropiadamente, el flúor es seguro y efectivo en la prevención y control de la caries dental, y contribuyó profundamente a mejorar la salud bucal de las personas de Estados Unidos y otros países. (…) La fluoración del agua debería extenderse a otras comunidades, y las pastas dentales con flúor deberían usarse ampliamente.
La fluoración del agua se considera una medida efectiva, accesible, segura e igualitaria, que permite proteger también a los sectores de menor acceso a la información o poder adquisitivo, además de significar un ahorro para los estados que la implementan.
Y la evidencia es abrumadora. Una revisión sistemática de la literatura, publicada en 2008, concluye que
La fluoración del agua potable sigue siendo la medida más efectiva y socialmente equitativa de lograr una amplia exposición al efecto preventivo del flúor respecto de la caries dental.
No sólo la prevalencia de caries disminuye en donde se implementan los programas de fluoración (el efecto se sostiene también cuando se tienen en cuenta grupos control), sino que en las ciudades donde se dejó de fluorar el agua, las caries aumentan. Esto no significa que no pueda haber una reducción de caries en una comunidad en ausencia de fluoración.
La fluoración beneficia desproporcionalmente a los sectores de más bajos recursos:
La fluoración del agua puede no sólo llevar a una menor incidencia de caries dental, sino que también reduce el efecto de las diferencias en status socioeconómico en cuanto a salud dental.
Y además de ser efectiva, segura y equitativa, la fluoración es una de las medidas de salud pública con mejor relación costo beneficio:
Los resultados muestran que la fluoración del agua implica un ahorro sustancial (1 dólar invertido en la fluoración del agua ahorra entre 71 y 82 dólares de asistencia médica, en Quebec). Los encargados de decidir en materia de Salud Pública pueden desarrollar argumentos de base económica para apoyar la fluoración, cuya eficacia y seguridad ha sido demostrada y reconocida.
De todas formas, como toda intervención, la fluoración no está libre de efectos secundarios. El exceso de flúor en los dientes puede causar fluorosis, que se presenta desde líneas blancas en el esmalte del diente en los casos más leves, hasta manchas marrones en los casos más severos. Estos efectos secundarios deben tenerse en cuenta y por eso se recomienda “el monitoreo regular de caries y fluorosis” como una parte esencial de estos programas. Se habla de efectos secundarios a la salud de los huesos, pero los estudios todavía no son concluyentes y de eso se puede inferir que si el efecto existe, es muy pequeño.
Sembrando el pánico
Como toda nueva técnica, la fluoración no podía no tener detractores. Ya en 1950 se propuso que la fluoración del agua era un “complot comunista” (en el famoso film de S. Kubrick, Dr. Strangelove [1964], se retomaba en tono paródico esta teoría conspirativa, según la cual los comunistas buscaban debilitar a los estadounidenses contaminando sus “preciosos fluidos corporales”). Desde entonces el flúor añadido al agua reaparece cada tanto en blogs como un “depresor del CI” (Coeficiente Intelectual), un “calcificador de la glándula pineal”, un “medio de asesinato masivo” o, como casi todas las cosas del universo, un temible “agente cancerígeno”. Las escasas bases de esto son libros de dentistas disidentes, videos que muestran los efectos del flúor puro y la interpretación libre de estudios científicos (o noticias o rumores sobre los mismos).
Un ejemplo de este tipo de “interpretación libre” es el caso de un estudio publicado en Enviromental Health Perspectives en 2012 que realiza un meta-análisis de estudios sobre la exposición al flúor en China. El estudio encontró una reducción en el Coeficiente Intelectual en poblaciones expuestas a concentraciones de flúor mucho más altas que las usadas en los programas de fluoración y relacionadas, en general, a accidentes industriales, en comparación con poblaciones expuestas a concentraciones dentro del rango recomendado.
A pesar de que los resultados nada dicen sobre los programas de fluoración, y que los propios autores emitieron un comunicado diciendo que éstos “no nos permiten sacar ninguna conclusión sobre los posibles riesgos de la fluoración del agua típica en EE.UU.”, los movimientos anti-fluoración lo utilizaron (y continúan utilizando) para justificar su incitación al miedo. Muchos argumentan que el flúor en el agua es una conspiración para tener una población más tonta y manipulable.
Para más tranquilidad, un estudio prospectivo en Nueva Zelanda no encontró relación alguna entre la ingesta de flúor en niveles recomendados y la disminución del coeficiente intelectual.
De todas formas, donde hay miedo, hay un negocio, y algunas empresas ya comienzan a comercializar pastas dentales sin flúor, cuya eficacia dista de estar comprobada. Algunas comunidades de Europa dejaron de añadir flúor al agua. En general se trata de comunidades con un alto nivel de calidad de vida o donde existen otros programas para incentivar el consumo de flúor como la suplementación en la leche o la sal. O comunidades que cosecharon las semillas del miedo y la desinformación plantadas por los grupos anti-fluoración de la misma forma que muchas comunidades caen en la prohibición de los transgénicos.
También existen objeciones de corte liberal que apelan al derecho del ciudadano a elegir si quiere comer con sus propios dientes o no. Pero ésos son argumentos de tipo ideológico y no científico. Después de todo, todos tienen el soberano derecho de ser estúpidos y poner en peligro su salud y la de los demás por falta de información.
La fluoración del agua es segura, efectiva, y beneficia a los sectores con menor acceso a la salud y la información. Es una de las medidas de salud pública más exitosas del siglo pasado En conclusión: Viva el flúor.
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